Puedo secarme y verás
que el tiempo en mi es una brisa;
hecha de sal y cemento, con grietas del tamaño del cielo;
un suave tic que se
aproxima a la luz de alguna lectura
al coro incesante de millones de ideas desvestidas en mi
encéfalo.
Puedo cansarme y dejar de rodar por tu vos y tu gravedad,
por las líneas que marcan mi peso sobre los camino de tu más
allá
y de las ventanas que vieron pasar mis días dentro de tus
noches;
para dejar de espiar y manosear los nidos de tu ambigüedad.
Puedo guiarte a mí, por medio de las huellas destiladas,
por mi estructura ciega con sabor a entierros y alquitrán,
con color a piel desnuda hecha de barro y rasgos de soledad.
Puedo ser ideas, abecedarios, un nombre y un apellido,
tantear tus huesos con la piel desnuda y el ego barrido
saborear con la boca y el instinto cada espacio y
posibilidad
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